Joanes Etcheberri, doctor en Teología y natural de Ciboure (a diferencia del segundo, el de Sara, doctor en Medicina), es uno de los autores más importantes de este siglo, tanto por la extensión como por la calidad de su obra, compuesta casi enteramente en verso. Había estudiado en un colegio de la Compañía de Jesús, a la que en un elogio entusiástico declara deber cuanto sabe.
En 1627 publicó en Burdeos su Manual devotionezcoa (2.a ed. 1669), cuya primera parte explica las cosas que debe saber todo cristiano y la segunda contiene una colección muy circunstanciada de oraciones para los diferentes momentos de la vida. Noelac debió publicarse por primera vez en 1630 ó 1631 y tuvo repetidas ediciones. No comprende sólo villancicos, sino también poesías sobre la vida y la pasión de Nuestro Señor, las Horas y cánticos e himnos en honor de varios santos, en especial de San Ignacio de Loyola y de San Francisco Javier, «vascos ambos de lengua». En 1636 apareció Eliçara erabiltceco liburua, aprobado lo mismo que el primero por Axular, que se reimprimió en 1665 y 1666.
A pesar de cuanto hay de pie forzado en su obra (sobre todo en las traducciones pero también en composiciones más libres, cuyo orden y disposición le era impuesto por las necesidades didácticas), a pesar de su extensión y de las inevitables repeticiones, Etcheberri sale de la prueba como un escritor de primera clase, si no siempre como un gran poeta. Su lengua, con cierta inclinación al hipérbaton, es fácil y fluida y las frecuentes imágenes, frescas y llenas de naturalidad, brotan sin esfuerzo de su pluma. Los recursos de una erudición bien asimilada no se emplean más que con oportunidad y mesura, nunca para asombro del lector. Sus dotes de expositor claro y preciso son extraordinarias y acaso sea de lamentar, a pesar de los auténticos valores poéticos que no escasean en su obra, que no la escribiera en prosa. Sin embargo, su estilo se mantiene siempre a una altura decorosa. Para el lector actual quizá sea lo más sugestivo la grandeza de ciertos pasajes dedicados a los Novísimos y la minuciosa información que facilita sobre la vida de su tiempo y en particular de la de los hombres de mar. Etcheberri, como su pueblo natal, miraba más al Atlántico que a la tierra firme que quedaba a sus espaldas [28].
[28] Debió haber estado muy relacionado con la navegación, ya que Hirigoity, en los dísticos que le dedicó, escribe: «Aequora qui sulcant debent tibi plurima, naues / Quod tua fecit eis ingeniosa manus.»