Es mejor que los anteriores [Mogel, Zabala, Archu, Goyetche] el sacerdote guipuzcoano Agustín Pascual Iturriaga (1778-1851), que salvo dos breves períodos de ausencia pasó la vida en su villa natal, Hernani, dedicado a la enseñanza con un éxito que le hizo famoso en el país. Por más que no haya otras pruebas de que estuviera contagiado de enciclopedismo aunque sí hay muchas de que era hombre muy ilustrado, abierto y sociable, no se libró de denuncias como las dos que se conservan de «Un hijo fiel de la iglesia Romana», que pide «se proceda con todo rigor contra este autor Maestro Iturriaga, espejo destructor de jóvenes y viejos». Su libro Fábulas y otras composiciones en verso bascongado (1842), traduce las de Samaniego y además las églogas primera y tercera de Virgilio. Es versificador fácil y popular (léase, por ejemplo, la letra que compuso para la ezpatadanza), pero sin secreto, como decía Mourlane Michelena. Escribió también, en prosa, unos Diálogos basco-castellanos para las escuelas de primeras letras de Guipúzcoa (1842) que el príncipe Bonaparte reimprimió en 1857 acompañados de la versión vizcaína del padre Uriarte, la laborrana de Duvoisin y la suletina de Inchauspe.