Si el padre Añibarro y en general los misioneros de Zarauz eran más bien rigoristas y poco amigos de cuanto representara libertad en las costumbres, quien ocupa con pleno derecho el puesto más avanzado en la lucha contra las danzas, delante de ellos y de Mendiburu, es el elocuente y desenfadado marquinés fray Bartolomé de Santa Teresa (1768-1835), carmelita descalzo, que escribió Euscal-errijetaco olgueeta ta dantzeen neurrizco gatz-ozpinduba (1816), cargado de sales, muchas veces gruesas.
Son también de fray Bartolomé tres tomos publicados con el título de Icasiqizizunac (1816, 1817 y 1819), sermones sobre los mandamientos y los sacramentos, con los cuales se imprimieron otros dos: unas instrucciones acerca de la crianza de los hijos y un panegírico de Santa Teresa. Fray Bartolomé fue un magnífico orador, tonante y fulgurante a ratos, expositor transparente siempre. Son suyas algunas de las mejores páginas de prosa vizcaína, su léxico, no muy purista, es de una extraordinaria riqueza y variedad.