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«Historia de la literatura vasca»
Koldo Mitxelena

Minotauro, 1960

 

        Arnaldo Oihenart de Mauleón (1592-1667) aparece hoy aislado entre los autores vascos de su siglo. Es un seglar que escribió casi siempre de temas profanos, de nombre bien conocido fuera del País.

        Hizo los estudios de Derecho en Burdeos y tuvo cargos públicos, primero en su villa natal y luego en St.-Palais, adonde fue a residir a raíz de su matrimonio con Juana de Erdoy, de noble familia, como concejal y miembro del Parlamento de Navarra. Aparte de un escrito que tiene más de alegato jurídico que de historia propiamente dicha [31], su fama está basada en su Notitia utriusque Vasconiae tum Ibericae tum Aquitanicae (París, 1638), obra que no desmerece de lo mejor que produjo la erudición de su siglo. Recuérdese, sin embargo, que dentro de Vasconia se escribió también entonces la obra histórica, tan amplia como crítica, del navarro padre Moret.

        Se debe a Oihenart una de las mejores colecciones de refranes vascos, impresa en París en 1657 con traducción francesa, que junto con el Suplemento (Atsotizen vrrhenquina) comprende 706 proverbios. Algunos probablemente no son populares, sino que fueron compuestos o arreglados por el autor.

        Al mismo tiempo se publicaron sus versos: O[ihenar]ten gastaroa neurthizetan. Procede con el propósito expreso de evitar las modalidades populares y de producir poesía sabia por los metros [32], por los «conceptos» y por las alusiones. También su lenguaje se aparta del de los autores coetáneos por su carácter más purista, que se manifiesta sobre todo en el uso sistemático —y generalmente acertado— que hace de las posibilidades de la lengua en la formación de palabras.

        Su producción vasca no tuvo apenas influencia: sería más exacto decir que sus ideas de todo orden no fueron bien acogidas en el país. Oihenart era un intelectual bien informado, frío y crítico, especie humana no muy frecuente ni muy apreciada entre nosotros. Sus opiniones lingüísticas, que hoy nos parecen por lo general correctas, al menos en su orientación, fueron rechazadas por gramáticos vascos del siglo siguiente [33], y alguno de sus juicios fue tenido por despectivo: se le encontraba demasiado imparcial y amigo de exigir pruebas para ser un buen patriota. Es lástima que su obra original en vascuence esté en verso, porque Oihenart no era poeta, sino un versificador extraordinariamente hábil y un gran conocedor de la lengua. Incluso cuando le mueve un sentimiento auténtico, como en la elegía por la muerte de su esposa añadida a los versos de juventud, no alcanza a transformarlo y sublimarlo.

        Sabemos, por un hermoso soneto que dedicó a su memoria, que tuvo un precursor, el hugonote suletino Bertrand de Sauguis, a quien tenía por consumado poeta. Estas poesías se han perdido desgraciadamente, y sólo conservamos de él una colección de 205 refranes, precedida de un vocabulario, que había enviado a Oihenart.

        Los primeros refranes vascos publicados en Francia, sea dicho de paso, son los de un compilador llamado Voltoire en L'interpret ou traducción du François, Espagnol & Basque (hacia 1620), más bien traducidos que recogidos de fuente popular.

        Otra pequeña colección de adagios es la que dejó en su prolijo manuscrito Tablettes el suletino Jacques de Béla (1568-1667), miembro de una familia noble que dio en distintos tiempos pruebas de su afición a la escritura. Jacques expresó su pasión por los libros en este dístico:

 

                Virgo flores, fur aurum, mare navita, Bela

                Libros, sic ultro singula quisque capit [34].

 

        Escribir le gustaba por lo menos tanto como leer y se sabe que entre muy distintos tratados (uno sobre mnemotecnia en la que fue un experto) compuso un diccionario y un compendio de gramática vasca que desgraciadamente no se sabe adónde fueron a parar.

        Gérard de Béla, padre de Jacques, que era católico, tomó la religión de su mujer. A su vez uno de los hijos de Jacques (protestante como su padre, aunque de criterios muy tolerantes a juzgar por sus escritos) fue Athanase de Bélapeyre; párroco católico de Chéraute, famoso por sus altercados con el obispo, que escribió Catechima laburra en dialecto suletino (1696, dos partes).

        Oihenart, aunque nacido en Mauleón, no empleó el suletino en sus escritos, si bien no pudo o no quiso evitar que algunas particularidades de ese dialecto se deslizaran en su navarro-labortano. El primero que lo empleó en una obra extensa, mezclado sin embargo con el bajo-navarro, fue Juan de Tartas de Chéraute, nacido hacia 1610, y párroco de Aroue. Sus dos libros son Onsa hilceco bidia («Modo de bien morir») y Arima penitentaren occupatione devotaq, publicados en Orthez, en 1666 y 1672 respectivainente. Comparado con Axular, la erudición que despliega Tartas resulta ociosa y extravagante, y en todo momento queda patente su gusto por lo extravagante, lo exagerado y lo tremendo, a la manera del padre Nieremberg de Diferencia entre lo temporal y lo eterno.

 

[31] Declaration historique de l'injuste usurpation et rétention de la Navarre par les Espagnols (París, 1625).

[32] Uno de ellos, usado por cierto con gran destreza, es el de la canción de Juan Lobeira «Leonoreta, fin roseta», que tiene antecedentes latinos.

[33] Así, por ejemplo, su correcto análisis de -a en muchos nombres vascos como el artículo determinado: lo aceptó, sin embargo, Larramendi, con su natural buen sentido. Acerca de las opiniones de Moret, Oihenart y otros autores vascos sobre el vasco-iberismo, véase J. Caro Baroja, Emerita 10 (1942), 236 ss.

[34] Al mencionar sus autores preferidos (franceses, castellanos, bearneses, gascones), cita entre los vascos a Etcheberri y a Verin. Sin embargo, según su editor, Michel Verin no era vasco de origen y sólo escribió en latín.

 

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