Como estilista le supera claramente [a Cardaberaz] el padre Sebastián Mendiburu, nacido en Oyarzun en 1708, que gozó de extraordinaria fama de predicador, ganada como misionero sobre todo en Navarra. Fue también uno de los jesuitas expulsos y murió en Córcega en 1782.
Sus obras principales (alguna se conserva inédita) son las que escribió para difundir la devoción al Corazón de Jesús (1747), que apareció precedida de una carta de Larramendi, y las meditaciones tituladas Jesusen amorenequeei dagozten cembait otoitz-gai (1759-1760). Mendiburu es sin disputa uno de los escritores que con más desembarazo y elegancia ha manejado el idioma. Sólo le fue negado un don: la fuerza. Por el fondo sus obras tienen demasiado de devocionario adocenado, con su reiterada y monótona apelación a los sentimientos del lector.
Como correspondía al lugar de su nacimiento y al campo principal de su actividad misionera, Mendiburu no escribió en guipuzcoano, sino en altonavarro, dialecto por lo demás muy próximo al primero. Merece señalarse además que en la cuestión palpitante de entonces, la de la licitud de las danzas y secundariamente de las corridas de toros, el padre Mendiburu fue un rigorista que luchó incansablemente por conseguir su prohibición de las autoridades. Muy diferente fue en este punto, como es bien sabido, la actitud de Larramendi, quien nos dejó en la Corografía una larga, ingeniosa, liberal y desenvuelta defensa de los bailes tradicionales del país.