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Aniversario de la obra Zerura nai duenak ar dezakean bide erraza del lesakarra Jose Antonio Mikelestorena

 

Joxemiel Bidador

 

Diario de Noticias, 1999-11-7

 

        Se cumple este año el 250 aniversario de la primera edición de la obra doctrinal Zerura nai duenak ar dezakean bide erraza [Camino fácil que puede tomar quien quiera ir al cielo] que el autor lesakarra José Antonio Mikelestorena publicara en Pamplona. Aunque no han sido muchos los investigadores que se han ocupado de la figura de este escritor navarro del XVIII, gracias a las pesquisas realizadas por el investigador vizcaino Nicolás Altzola Gerediaga, religioso de la Salle y también conocido como hermano Valentín de Berriotxoa, los datos que actualmente poseemos sobre Mikelestorena son bastante esclarecedores, a la espera, cuando menos, de un trabajo más prolijo al respecto del mismo y de su obra.

        José Antonio Mikelestorena Endara nació en Lesaka el 7 de noviembre de 1710 y falleció en la misma localidad el 27 de octubre de 1785. Al respecto, contamos con copia de las partidas de bautizo y defunción de Mikelestorena, publicadas por el ya mencionado Altzola en el Boletín de la Vascongada de Amigos del País de 1965; la partida de bautismo nos informa de que «A siete de noviembre de mil setecientos y diez bauticé a Joseph Antonio de Miquelestorena, hijo legítimo de Pedro de Miquelestorena y María Josepha de Endara; fueron padrinos Gabriel de Endara y Rafaela de Endara, advertidos de la cognación espiritual y firmé don Miguel de Obiria» (Libro IV de Bautizados, Lesaca, 18 marzo 1677 a 2 marzo de 1717, folio 161); la noticia de su defunción, en cambio, recoge que «El día veinti siete de octubre del año mil setecientos ochenta y cinco por la noche murió en esta villa don Josef Antonio de Miquelestorena, presbítero y beneficiado de esta parroquia de edad de setenta y cinco años, hijo legítimo de Pedro, natural de Echalar, y Maria Josefa de Endara, natural de esta otra villa. Recibió los sacramentos y testó ante Martín Antonio de Berrueta, escribano real, vecino de Echalar. Y el día veintinueve de dicho mes y año fue enterrado su cadaver en esta iglesia parroquial. Y para que conste firme don rafel de Endara» (Libro de finados, Lessaca, año 1781, página 13, número 25).

        Hemos consultado el testamento de José Antonio Mikelestorena que redactó el 3 de enero de 1785 el escribano real Martín Antonio de Berrueta, de Etxalar. En él se nos presenta un Mikelestorena ajado por los años y cansado, pero que a pesar de ser consciente de su cercana muerte, posee sus facultades mentales en perfecto estado. Además de expresar sus deseos en cuanto a las celebraciones eclesiásticas que estima pertinentes tras su muerte, hace acreedores de sus bienes, que a la sazón no resultan muy extensos, al ama y criada que lo han servido así como a sus sobrinos. A su ama Nicolasa Elizalde, quien le servía desde hace muchos años con el mayor cuidado, y en atención a sus buenos servicios, le donó «toda la ropa blanca que se hallare en ser al fin de sus días, y a más una cama con sus aderezos y una arca para que se acuerde de encomendar a Dios, y así bien le señala a María de Endara que le está sirviendo de criada otra cama con sus aparejos». A su sobrino Gabriel Nicolás Sampaul, quien en esa época ejercía de presbítero y teniente de vicario en la misma parroquial de Lesaka, cedió su biblioteca, de la cual, por desgracia, no se nos hace la menor mención, ni de su magnitud, ni de los títulos que la formaban. Por último, menciona el patronato de la capilla que su tercer abuelo materno, Juan López de Irugoien fundó en la parroquia de la Universidad de Irún, el que más tarde donó a su nieto, y el que en este testamento Mikelestorena dona a su sobrino Nicolás de Sampaul, hermano del anterior, quien era administrador de la real renta de correos y propios de la provincia de Guayana, y quien era dueño de la casa de Garro en Igantzi. Los cabezaleros y ejecutores testamentarios de Mikelestorena fueron su ya citado sobrino Gabriel Nicolás de Sampaul, Francisco Sales de Etxeberria y Juan Bautista de Mitxelena, quienes eran beneficiados y presbíteros de Lesaka, por tanto compañeros de Mikelestorena. Como testigos firmaron este testamento Paulo Iturria, de Lesaka y Pedro Sanz, de Etxalar.

        Influenciado, tal vez, por el mismo párroco de Lesaka que lo bautizó, el licenciado Miguel Obiria, comenzó Mikelestorena los estudios eclesiásticos en Pamplona; recibió la primera tonsura el 28 de agosto de 1729, y los grados menores el 2 de junio de 1730, fue ordenado de epístola el 2 de septiembre de 1733 y de evangelio el 10 de marzo de 1734, tras lo que marchó a ejercer de capellán a la villa guipuzcoana de Irún, desde donde, así mismo, desempeñó el cargo de vicario y capellán de las monjas descalzas de San Sebastián. Siendo beneficiado de la parroquia de Lesaka, llegó a ser párroco de la misma, y sin abandonar su labor para con las religiosas, también actuó como director espiritual de las religiosas canónicas de San Agustín de Lesaka desde 1768.

        Estando en Guipúzcoa fue acreedor de una gran fama como predicador; al hilo de esto, contamos con el testimonio de la hernaniarra Manuela Larramendi, la que fuera prima del famoso escritor vasco homónimo, quien en carta enviada el 12 de enero de 1747 al no menos conocido escritor Francisco de Isla hablaba de Mikelestorena en estos términos: «Nos predica un señor sacerdote angelical y crea vd. tengo gran complacencia cuando oigo a Boneti. Se llama Miquelestorena. Todo al alma y al entender doctrina: hoy de la gracia. Aseguro a vd. que en cualquier parte hubiera lucido. Y el vascuence claro, hermoso, sin mezcla ninguna. La cuaresma también la tiene y estoy muy gozosa»; en otra carta de 9 de marzo de 1748 enviada a Pedro Manuel Etxeberria, la misma Manuela comparaba las dotes como predicador de Mikelestorena con las del mismísimo padre Isla, tan de su gusto era la labor ejercida por el de Lesaka: «Si el P. Isla tiene auditorio este angelito de Miquelestorena no lo tiene menor. Discurro que a la hora de ésta ya se habrán hecho más de cien confesiones generales, tal es su compunción y destreza».

        Hijo de su época, Mikelestorena no desentonó de los numerosísimos misioneros apostólicos —jesuítas, franciscanos y capuchinos, carmelitas, dominicos, alcantarinos, etc...— que periódicamente llegaban a las parroquias rurales y urbanas a predicar especialmente la cuaresma y en las temporadas de vacación escolar, ni tampoco de los grandilocuentes predicadores que el mismísimo Isla satirizara en su historia de fray Gerundio de Campazas. Tampoco permanecieron ajenos a las prácticas, estilos y modas religiosas del momento los artífices y protagonistas del surgimiento literario del siglo XVIII; uno de éstos fue sin duda el también jesuíta Sebastián Mendiburu, llamado el Cicerón vasco, quien mantuvo con el citado Larramendi una agria discusión en torno al tema de la legitimidad moral de las danzas. Mikelestorena, aún admitiendo el magisterio literario de Larramendi, se alineó con su amigo Mendiburu en el bando más intransigente. Cuando el jesuíta de Oiartzun terminó de redactar su Christau dotrin edo catecismo lucea (Doctrina cristiana o catecismo extenso) en 1764, los altos cargos de la orden encomendaron a dos conocidos escritores vascongados, Larramendi y Kardaberaz, la pertinente aprobación o censura de la misma; presagiando la polémica, Kardaberaz se eximió de su obligación aduciendo falta de tiempo, y fue sustituído por el padre Juan Alustiza, natural de Mañeru. Aunque este último no puso ninguna objeción a la publicación de la obra de Mendiburu, tal y como estaba previsto, Larramendi no aceptó la obra del de Oiartzun, basándose para ello fundamentalmente en lo que al punto de bailes traía: «Puede imprimirse la obra dejando lo que trae de las danzas y contra las danzas, pero que no pueda imprimirse con ellas». Mendiburu se defendió de la censura del de Andoain enviando una carta de descargo al padre Provincial Idiaquez fechada el 10 de diciembre de 1765; en ella, es mencionado nuestro Mikelestorena, dejando clara cual era la opinión del de Lesaka al respecto: «No son mejor tratadas por los curas las danzas en muchos lugares de Navarra (...) Aunque hay tamboril que convide todos los días de fiesta en Lesaca, se puede decir que no ha habido allí danzas estos 28 años por la oposición que les hace don Joseph Antonio Miquelestorena bien conocido del censor, siendo así que Lesaca es pueblo desparramado, y de cosa de dos mil almas de comunión, y al mismo tiempo es pueblo, donde hay tanta piedad, devoción y frecuencia de sacramentos, como en el lugar mejor arreglado de todo el vascuence». Mendiburu no hablaba por hablar y de oídas al citar la labor de Mikelestorena en Lesaka, ya que él mismo había estado en la villa predicando en más de una ocasión, como lo atestigua la sonada misión que predicó en septiembre de 1739, en la que atacó duramente las mecetas de San Juan, logrando que el ayuntamiento prohibiera en esta fiesta todas las celebraciones profanas que en su opinión no procedían.

        Además del trabajo de Mikelestorena que principalmente nos ocupa, el que fuera párroco de la villa de Lesaka también fue autor de la introducción de la Regla que las monjas de Hernani publicaron en la imprenta pamplonesa de Antonio Castilla en 1768: Regla de nuestro gran P. S. Agustín, Constituciones del monasterio de religiosas canónigas regulares del orden de dicho St. Dr. de la villa de Hernani, y Doctrina cristiana y verdades católicas todo para uso de dichas religiosas y todo lo dan a la luz la priora y religiosas de dicho monasterio con un prologo general que para su mejor inteligencia a dispuesto el sr. D. Joseph Antonio Miquelestorena, presbítero, beneficiado de la parroquial de la villa de Lesaca, vicario y capellán mayor que fue del convento de religiosas carmelitas descalzas de San Sebastián y actual director del nuevo convento de dicha orden y villa de Lesaca, libro de 158 páginas que fue aprobado por los dominicos Francisco Belza y Juan Arias. En esta faceta, esto es, como reformador del modo de vida de las religiosas, una de las personas que más se destacó en esta diócesis de Pamplona —y recuérdese que en el siglo XVIII la Diócesis de Pamplona aún abarcaba la mayor parte de Guipúzcoa— fue, una vez más, Manuel Larramendi, de lo que se desprende que no fue casual el que Mikelestorena redactara la introducción citada. En el convento de monjas agustinas de Hernani residían dos primas y dos sobrinas del mismo Larramendi; en cierta ocasión que éste acudió de visita, y escandalizado por las costumbres que reinaban en la vida de las religiosas, propuso a las mismas redactar la reforma de las reglas, lo que no sólo aceptaron, sino que fue publicado para 1750. Tras esto, Larramendi hubo de redactar la reforma de las reglas de otros conventos guipuzcoanos, como los de agustinas de San Sebastián, Mendaro, Motriku, y Placencia, o los de carmelitas de Zumaia.

 

        Zerura nai duenak ar dezakean bide erraza

        A pesar de que la obra que nos ocupa llegó a tener hasta cinco ediciones conocidas en el XVIII, todas ellas hechas en Pamplona, hoy en día resulta prácticamente imposible el poder acceder a ella, habiéndose convertido en una rareza bibliográfica de alto valor. La primera edición fue impresa en 1749 en la imprenta de los herederos de José Joaquín Martínez, sita en la calle Chapitela: Cerura nai duenac ar dezaquean vide erraza, D. Joseph Miquelestorenac eracutsia bear bezala, Iruñeco Martinez libruguillearen ondorengoen echean. Es un tomo de pequeñas dimensiones, 10 x 7 cm., de 114 páginas y adornado con numerosas viñetas bien ejecutadas. En las páginas 95-109 se inserta una Novena al Corazón de Jesús, Jesusen biotzaren bederatziurrena, y en las páginas 110-114 hay unas estrofas cantables que comienzan: «Gure gusto, gure atseguin, gure Jesus maytea, cere biotceco suan, erre zazu gurea». El único ejemplar de esta edición que conoció Altzola pertenecía al farmaceútico pamplonés y residente en San Sebastián Jesús Cilveti Azparren, quien lo adquirió por 5.000 pesetas al capellán de Astigarraga Félix Aguirre, quien a su vez, lo obtuvo en 1933 del párroco de la villa de Contrasta (Alava) Eusebio Larramendi.

        La segunda edición de esta obra fue realizada en 1751 en casa del impresor Gerónimo Anchuela, y es la que generalmente ha sido citada en los repertorios bibliográficos. En su documentadísimo ensayo de bibliografía navarra, el padre Pérez Goyena mencionó esta segunda edición de 1751, siguiendo en ello lo expuesto por Vinson en su ensayo bibliográfico, donde el francés ya nos informaba de los escasos ejemplares que podían quedar de la obra de Mikelestorena: «Très pet. in 8, 104 p. Titre encadré de petits fleurons. Titre, p. 1-2; prières du matin, du soir, du jour, du mois, 3-13; de la confession et de la communion, 13-36; manière d'entendre la messe, 37-60; chemin de la croix, 61-79; neuvaine au coeur de J´sesus, 80-102; table, 103-104. Je n'ai jamais vu d'autre exemplaire que celui, très médiocre, que je possède».

        La tercera edición fue hecha tres años más tarde, por tanto en 1754, en la imprenta de Martín Joseph Rada. Según Altzola, el único ejemplar conocido fue localizado en la casa Peruchena de Cildoz, a donde debió ser llevado por el capuchino Isidoro Díez de Ulzurrun que ejerció como párroco del lugar tras la desamortización de Mendizabal.

        Por último, hay que mencionar la existencia de dos ediciones no fechadas. Una de ellas fue realizada también en la imprenta que Martín Joseph Rada poseía en la calle Estafeta, por tanto debe ser anterior a 1772, y el único ejemplar que se conoce lo localizó Altzola en la biblioteca particular de Juan Ramón Urquijo Olano en 1965. La otra edición no fechada del libro de Mikelestorena fue impresa en la imprenta de José Longás, por tanto posterior a 1775, y es de la que mayor número de ejemplares se conoce. Se trata de un tomo en 12º de 10 x 6'4 cm., y está compuesta de 94 páginas; comparándola con las ediciones precedentes, resulta algo más corta ya que no incluye la novena al Sagrado Corazón de Jesús ni la tabla de materias.

 

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