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«Historia de la literatura vasca»
Koldo Mitxelena

Minotauro, 1960

 

        No debe ser confundido en esta comunidad de versificadores más o menos inspirados y cultos el poeta Jean-Baptiste Elissamburu (1828-1891), aunque fue varias veces premiado en estos certámenes bajo distintos pseudónimos. Nacido en Sara, tan fecunda en escritores vascos, hizo sus estudios en el seminario de Larressore a donde también acudían a cursar humanidades jóvenes que no pensaban hacerse sacerdotes. Ingresó en los Granaderos de la Guardia y después de la derrota francesa de 1870 (fue hecho prisionero en Metz) se retiró con el grado de capitán.

        Elissamburu es ante todo un maestro del lenguaje y un versificador de extraordinaria habilidad. De gusto muy depurado —poseía una sólida formación literaria a la francesa—, tiene además una gran variedad de registros que maneja con la misma destreza. Además de la descripción burlesca («Iragan besta biharamunean») en la que fue un maestro entre tantos, cantó la belleza femenina («María»), el amor («Aingeru batí»), la nostalgia («Agur nere herriari», «Chori berriketaria»), la paz del campo («Nere erchea», «Artzaingoa»), sin que falte en su producción la nota heroica («Biba Frantzia»). Por la fluidez y la delicadeza recuerda a su contemporáneo, el poeta gascón Justin Larrebat (1816-1963) [15]. El vasco es a la vez más amplio y menos apasionado que el bayonés. Junto a la suave melancolía lamartiniana, que no tuvo por qué ser mero contagio del ambiente, hay en Elissamburu una vena epicúrea no menos real: su gozosa enumeración de los encantos de una figura de mujer, aunque mantenida dentro de los límites de la discreción, no es corriente entre unas gentes que —después de los tiempos de Dechepare y Oihenart, se entiende— no se sienten inclinadas a mostrar en público esa debilidad. Frente a Vilinch, evita la nota demasiado personal y atenúa cuidadosamente, aun en los momentos más dramáticos, la expresión de la angustia y del dolor sin consuelo, como se ve por ejemplo, en la popularísima poesía «El ciego de Solferino» [16].

 

[15] J. Larrebat, Poésies gasconnes (Bayona, 1926), ed. de H. Gavel. En algún caso («Apecha eta lorea» y «Amous de parpalhouns & flous»), por depender de un modelo común, la coincidencia de tema es completa.

[16] Si debe ser atribuida a Elissamburu, como quiere A.M. Labayen, «¿Quién es el autor de Solferino'ko itsua? Aclarando un viejo equívoco», en Homenaje a D. Julio de Urquijo II, 243-248.

 

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